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ENTREVISTA CON ELBA TERESITA SERANTES SARAVÍ

TESTIGO DE NACIMIENTO

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Elba Teresita Serantes Saraví

Testigo de nacimiento

Elba Teresita María Arminda Nicolasa del Pilar Serantes Saraví nació el 31 enero 1934 en Barrio Norte, Buenos Aires. Hija única, educada en colegios religiosos, fundadora del Caniche Club Argentino y del Córdoba Kennel Club de la cual en varios períodos ha sido presidente. Está orgullosa de su criadero “La Luz Mala”, el cuál tiene el  número 7 en el registro de la Federación de la cual fue parte del grupo fundacional.

En esta nota, a sus 83 años, nos deleita con su historia personal y sus recuerdos de los motivos por los cuales nace la institución canófila más grande del país, la Federación Cinológica Argentina.

 

Por: Alejandro Murzone

Foto: Carolina Bibiloni

 

 

¿Cómo empieza su amor por los perros?

De chiquita, me habían regalado un Scottish Terrier (Terrier Escocés), que se llamaba “Capricho”. El Scottish no me daba ni cinco de bola, me sentaba, la llamaba y Capricho se iba para cualquier lado, la adoraba. Siempre tuve perros y siempre me gustaron, además soy protectora de los perros.

 

¿Desde el principio le gustaban los perros con Pedigrí o preferia los mestizos?

Sí, me gustaban más los perros con linajes, eran más lindos, ¡tonta no era!

 

¿Quién era perrero en la familia?

Mamá cuidaba gatos, había una gata que le gustaba estar en el techo y estaba herida, ella subía para agarrarla y curarla. Mamá era muy bichera, en cambio papá, todo lo contrario, era un hombre bien de campo, los perros siempre afuera. Un día llego acá y teníamos un cuarto preparado especialmente para él, se asomó y vio que había una perra Galga arriba de la cama, le dio un ataque de nervios y se fue a un hotel. Papá era bravo.

 

 

¿Cómo conoce a Don Arnaldo Iván Martín Arabehety?

Buenos Aires era más chica y los lugares de moda eran más concentrados. Bebe (Arnaldo Iván Martín Arabehety) me había visto en un lugar que se llamaba el “Petit Café”, yo le había gustado pero él a mí no tanto y acudió a un amigo de él que conocía a una amiga mía e hicieron toda una combinación para que saliéramos. Astuto el taurino, insistente y vasco y eso a mí me enamoraba. Era un tipo inteligente, culto, me fascinó pero tuve que conocerlo, no fue amor a primera vista, era muy buen mozo pero si no tenía nada dentro, no me iba.

 

 

¿Cómo llegan a la ciudad de Alta Gracia en Córdoba?

Cuando nos casamos con Bebe, todo era extremo lo nuestro, nos fuimos de luna de miel a Europa y ese viaje duró un año, era una locura. Al regreso trajimos nuestro primer Caniche, una perra muy fea pero por ese entonces yo no lo sabía.

Una vez acá, el compró un campo en el norte de Santa Fe, una porquería. Para mí era un horror, al campo lo sufría, tenía una casita pequeña que solo habitaba el encargado y nosotros nos alojábamos en un hotel, éramos jóvenes e íbamos y veníamos mucho desde Buenos Aires a Santa Fe. Yo quería volver más, llegamos a un acuerdo con Bebe y finalmente lo vendió. Entonces él salió a comprar otro campo que tuviera las comodidades necesarias para habitar y me llamó diciendo que había visto un campo que como campo no valía nada, pero tenía la casa más linda que te puedas imaginar. Vine y cuando vi esta casa me enamore en el acto y pensé “ésto tiene que ser mío” y la compramos y así llegamos a Córdoba.

 

 

¿Desde el principio le gustaron los caniches?

No, me gustaban muchas razas pero el caniche cayó porque cayó, y bueno empecé a aprender. Él Bebe era muy perrero y tenía lebreles que eran de la raza Greyhound, después tuvimos más razas de lebreles.

 

 

¿El criadero siempre se llamó “La Luz Mala”?

Si, desde el principio. “La Luz Mala” es un homenaje a papá porque su campo se llamaba así.

 

 

¿Cómo llegan a las exposiciones?

Un día nos llamó alguien que nos conocía y sabía que a mí me gustaban los perros, venía un juez muy importante, iban a hacer como una abierta y fui con mi perrita que era un monstruo, a mí en aquel momento me parecía divina. La examinó el juez y dio su veredicto, “está  fuera de balance, no es ni Miniatura ni Toy”. Entonces hirió mi orgullo y empecé a buscar un nuevo Caniche y me enteré de un campeón americano, criado por un Coronel y manejado por el joven Frank Sabella. Le mandé una carta a Estados Unidos diciendo que no teníamos perros y el precio que pedía, que en ese entonces era de mil dólares, para nosotros era mucho dinero. Increíblemente a ese campeón americano, me lo dio gratis. Tenía un pelo bárbaro que llegaba hasta el piso pero venía con una peluquería horrible, se acostumbraba en Estados Unidos, en esa época, que cuanto más pelo tenía, mejor era. Lógicamente hacia todo sola y tenía que competir con los mejores handlers de esos tiempos y gané, por supuesto. Inmediatamente le mandé una carta a Frank, agradeciéndole y le conté que había ganado el perro por el adiestramiento que tenía, ese Caniche hacia todo solo.

 

 

En esa época los americanos eran muy buenos preparando perros para exposición. ¿Y acá como era culturalmente, se preparaban los perros?

Mira, en ese momento no había nada más que el Kennel Club Argentino, manejado por una señora que se llamaba Dora Aldao, esto fue unos años antes de 1930, un grupo de ingleses lo fundó con el sistema de bolilla negra.

 

 

¿Cómo funcionaba lo de la bolilla negra?

Había mucha gente que se quería hacer socia, te entregaban un número y si salía una bolilla negra vos no entrabas, se hacía todo al azar... o a dedo.

 

 

¿O sea que el Kennel Club en esa época era de elite?

Era de elite pero al mismo tiempo no era nada, porque participaba poca gente, apenas 200 socios y no querían que ingresara ni uno más. ¡Era una estrategia! Cuando nosotros presentamos el perro americano en el Kennel Club Argentino, la Sra. Aldao que era la presidente, no permitía el corte que internacionalmente se usaba, por lo cual no nos dejaban entrar ni siquiera a La Rural. Al Sr. Marcos Adler le pasaba algo parecido que a mí, así que nos instalamos en un bench en la puerta con un cartel que decía: “este perro es campeón americano y no lo dejan entrar a competir”. Estábamos en la vereda y no nos podían echar, así que todo el mundo pasaba y lo veía porque era algo inesperado, verdaderamente lo sentimos como una injusticia.

 

 

¿Cuál era la importancia del Kennel Club Argentino para esos tiempos?

Ninguna. Para algunos representaba cierto estatus, si no estabas en los caballos o en los perros no podías formar parte de cierta “sociedad”.

Entonces vinimos acá con Bebe y no conocíamos a nadie, pero teníamos que tener nuestro Córdoba Kennel Club y pusimos un aviso en un diario: “Quienes estén interesados en perros de Pedigrí y de buena calidad, nos encontramos tal día en el Hotel Nogaró”, que era lo mejor que había en ese momento, y convocamos como a 40 personas. Nos encontramos con personas que tenían perros de Pedigrí pero que no los podía cruzar con otros perros de puro pedigrí porque los papeles eran el problema, había que mandarlos a Buenos Aires y que volvieran, era un trámite terrible.

 

 

¿Se acuerda quién fue el primer presidente del Córdoba Kennel Club?

Si claro, fue un ingeniero llamado José Luis Nores Martínez, era un hermano más joven de Antonio Nores Martínez (el creador del Dogo Argentino) que en ese momento vivía en la Patagonia y era un gran apasionado de los perros, pero a José Luis no le importaban los perros, se aburría mucho, pero estaba en representación de la familia, no tuvo más remedio que hacerlo para ayudar con la pasión de la familia. Un encanto de gente.

 

 

¿Antes de que se fundara el Córdoba Kennel Club usted estaba en Buenos Aires?

En Buenos Aires y acá en Córdoba, íbamos y veníamos. En aquel momento fundamos la Federación Cinológica Argentina en Buenos Aires, sin reconocimiento de la Federación Cinológica Internacional, así que éramos como parias.

 

 

¿Quiénes fundan la FCA entonces?

La FCA la fundamos Bebe y yo representando al Córdoba Kennel Club, el Sr. Marcos Adler y Oscar Colombo representando el Hound Club, Jaime Bedoya y Juan Luis Minguillón por el Bóxer Club Argentino, Ricardo Valdez y Arturo Massey por el Caniche Club Argentino, Fernando Ortlieb y Cosme Rubino por el Airedale Terrier Club y otros que ya no recuerdo, después se sumaron el Santa Fe Kennel Club y los demás.

En ese entonces no había un mango, pero cuando hacíamos las exposiciones cobrábamos una inscripción chica y con eso nos manejábamos.

En aquel momento se acercó a la Federación un señor muy adinerado que nadie conocía, su nombre era Ricardo Patalano. La mujer había comprado un perro en Inglaterra en un precio que era un disparate, un Chow Chow que te morías de lo bello que era, ese perro ganaba y ellos se involucraron mucho y se hicieron amigos. Patalano veía que nosotros mandábamos muchas cartas a la Federation Cynologique Internationale para obtener el reconocimiento directo y Patalano decidió que había que ir a hablar a Bélgica donde estaba la FCI. Finalmente financió el viaje para  poder ir a explicar cómo era la situación en Argentina, el Kennel Club Argentino tenía 200 socios y no quería ni uno más, que todo lo organizaba esta señora de apellido Aldao y solo podían pertenecer unos pocos. Nosotros ya de arranque éramos una federación grande, ya teníamos al Caniche Club, el Córdoba Kennel, el Bóxer Club Argentino, el Santa Fe Kennel Club, el Pointer Club Argentino, el club de cazadores de Buenos Aires y algunos clubes más. Teníamos muchas ganas, se veían las ganas. Fueron 6 viajes los que se hicieron a Europa, Bebe hacía de interprete porque hablaba francés a la perfección, había nacido en San Sebastián, Francia y habló primero francés que español. Se puede decir que ese fue el comienzo de una larga lucha para obtener el reconocimiento de la FCI. Después los que nos sucedieron continuaron desarrollando la gran Federación que tenemos hoy. 

 

 

¿Era muy difícil tener perros con Pedigrí en ese momento?

Sí, pero con Bebe hacíamos algunas patriadas, a todos los que querían empezar con perros de Pedigrí, le dábamos perros que le pedíamos a los criadores muy amigos nuestros, por ejemplo a Mariano Escurra que criaba Cocker Ingleses y tenía muy buenos perros en aquel momento y colaboraba con la causa.

 

 

Actualmente usted es presidente del Córdoba Kennel Club

Si, hace mucho que me quiero ir, pero no me dejan, ¿sabes por que? porque cuando viene un juez siempre dice “a ella la conozco”. Se ve que ya soy parte del inventario de la institución.

 

 

¿Sigue exponiendo sus crianzas?

Sí esto es lo que más me gusta. Todavía cuando voy a presentar un cachorro especial, siento lo mismo que el primer día, la noche anterior no duermo de la ansiedad. Llevo más de 60 años criando perros, imagínate.

Este es mi hobby y lo amo, la verdad que no podría hacerlo sin la ayuda de Damián Cristaldo que es mi handler y amigo desde hace muchos años y la gente que me ayuda acá en el criadero.

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